19 de diciembre de 2012

Revolotean las mariposas.

Este verano ha sido, de aquí a lo que recuerdo, el mejor de mi vida. Por varias razones que quizá cuente, pero la más importante: tú.
Puede sonar cursi o irreal, pero nunca me había sentido así por nadie.

Nos conocimos en circunstancias un poco difíciles para llevar a cabo una relación, aunque en ese momento ninguna de las dos tenía claro que pasaría después, en ese momento teníamos la mejor relación que podíamos: confiábamos la una en la otra (bueno, digamos que yo confiaba plenamente en ella y ella me dio su apoyo). Sabía que la tenía para lo que necesitase, me inspiraba muchísima confianza.

Cuando esos días pasaron, las dos sabíamos que no queríamos dejarnos en ese punto. Las dos queríamos seguir hablando y nos queríamos ver más adelante, las dos lo sabíamos.
En el camino de vuelta decidí "despedirme" con una carta, en la que trataba de explicar lo que ella había significado para mi en esos días, pero era imposible sin hacer ver que sentía algo diferente. "Siento que se ha creado un vínculo" le dije, cuando probablemente lo que quería decir era "creo que me gustas" o "no puedo dejarte ir".
Tras un efusivo abrazo, "prométeme que te vas a cuidar" me dijo. Lágrimas se deslizaban por mis mejillas, no me podía creer que esa iba a ser la última vez que la viera o que la abrazaría. Pero era hora de irse.

La única razón por la que lloraba era por que creía que no volvería a verte.

Pasaron un par de días, y yo pensaba en ella, en qué estaría haciendo, y solo pensaba en hablar con ella.
Uno de esos días, tuve un problemilla, y a la primera persona que se me ocurrió pedir ayuda fue a ella, ¿por qué? No lo sé, pero me decidí a hablar con ella y, ¿cómo no? Ella estuvo ahí para ayudarme en todo lo que podía.
Después de ese día, no pasaba uno solo en el que no hablásemos. A mi me encantaba mantener conversaciones con ella, podíamos estar hablando horas, aunque fuese del vuelo de una mosca, pero sea lo que sea ella lo hace interesante.
Pasaron 15 días de hablar sin parar día y noche, hasta que un buen día 13 (si no me equivoco), tras, al menos, cinco horas de conversación, sucedió lo que ambas esperábamos.

Ya estaba todo dicho.

Intenciones aclaradas y ninguna de las dos cabíamos en nosotras de alegría, yo lo sé. Y recuerdo perfectamente como me caían las lágrimas cuando me dijo: me gustas. Y la sonrisa que se me dibujó cuando le dije: tu me gustas también.

No podía creerme lo que acababa de pasar, nunca había sido tan feliz.

Los días siguientes fueron difíciles, no podíamos tenernos cerca.
En esos días me asaltaron montones de dudas: ¿que pasaría? ¿cuándo nos viéramos? ¿sería yo capaz? ¿lo jodería? ¿si salía bien, podríamos estar juntas? ¿Querría ella? ¿Sería legal? ¿Saldría bien? Todo era muy dificil de entender y de explicar.

Pero todas esas dudas desaparecieron el día que la vi, por fin. Recordaba el día en que creía que no la vería más y pensaba: que tonta fui, ambas sabíamos que esto tenía que pasar.
Estaba muy nerviosa, el corazón se me salía por la boca cuando vi aparecer su coche.
Me acerqué y me senté. Me temblaba todo el cuerpo, ni siquiera sabía como saludarla.
Opté por quedarme quieta (el cuerpo no me dejaba hacer otra cosa), y mientras conducía ella me agarraba la mano, que me temblaba y sudaba de los nervios. Tenía mucho miedo, miedo de que se estropease todo, pero también miedo a que saliera bien, de que me enamorase más de ella y de que no pudiéramos estar juntas.
Cuando paramos el coche, me abrazó y ahí sí, se me paró el mundo.
No quería pensar en nada de lo que pasaría después, solo me quedé abrazada a ella escuchando como latía su corazón.

Te había echado tanto de menos, no quería soltarte nunca. 

Tras el abrazo, un rato nos quedamos en silencio, mirándonos. Y ahí comenzó la trampa mortal que me atraparía para siempre en sus brazos: los besos por el cuello.
Diminutos besos, tiernos y llenos de amor se repartían por todo mi cuello.
Recuerdo como pasaba sus labios rozando los míos, y también recuerdo como no pude aguantar más las ganas de besarle y lo hice.

Fue increíble, y ahí supe que no la dejaría marchar.

Unos labios así no se pueden probar solo una vez, no hay manera de dejarlos ir.

Nunca olvidaré el momento en el que sentí sus labios junto a los míos.
Me dije a mi misma: ya está, ya es mía, ya no la voy a perder.

Me relajé.

Jamás me había sentido tan bien como en ese momento.

Y hoy, tras estos cuatro meses, me hace sentir los mismos cosquilleos cada vez que la veo o cada vez que oigo su nombre.
Hace que cada momento que paso con ella sea único e irrepetible, que aunque sea malo o bueno, es uno que paso con ella y que no voy a olvidar jamás, por el mero hecho de que ella estuvo conmigo.

Cada día cuando me levanto pienso en ella, y me acuesto soñando con ella. Con todo lo que me hace sentir, con todo lo que me gusta de ella, con todo lo que quiero hacer con ella...
Con cada sitio que quiero visitar, con cada beso que le quiero dar...

"No me creo que te tenga, no puedo creer que haya tenido la suerte de encontrarte." 

Y sí, ahora mismo estoy llorando. No puedo evitar emocionarme cuando pienso en todo lo que me hace sentir. Solo con que me toque, con que de su boca salga mi nombre. Revolotean las mariposas.


Todo esto es lo que me haces sentir, cada día, cada hora, a cada momento, haces que te quiera más.

Y ahora que no estás, ya te estoy echando de menos. Y cada minuto que no paso a tu lado se me hace eterno.
Voy a ser fuerte, por ti y por verte.






Recabando el rumbo.

No sé por qué, hoy, de repente he recordado que seguía teniendo este blog activo y que lo tenía más que abandonado.
La verdad, que en estos cuatro meses han pasado muchas cosas, buenas y malas. Pero más buenas que malas. Porque la vida da muchas vueltas, pero está visto que las cosas buenas siempre vuelven.

Bueno, allá vamos, de nuevo a tomar el ritmo de escribir al menos una entrada cada una o dos semanas, a ver si vuelvo a la normalidad.

Tengo muchas cosas que contar y muy poco tiempo, pero me voy a esforzar. Además me temo, que de pasarme tanto tiempo sin escribir, voy perdiendo mis facultades. Ya no soy capaz de escribir más de tres párrafos seguidos sin que me parezcan basura y los borre por completo.

En mente tengo escribir un montón de cosas, pero cada vez que me pongo a ello me resultan bazofia y me retiro.
De este año 2012 no pasa que vuelva a mi buena costumbre de escribir tanto como pueda.

Y empiezo con mi reto, hoy.