26 de mayo de 2012

Capítulo 12 "Él, yo, nosotros y los demás"

-¿Mis intenciones? -Contesté realmente asombrada.

-Sí. No quiero parecer maleducada o borde, pero, ¿Qué es lo que pretendes saliendo con Rupert? -Explicó.

No cabía en mí del asombro. No podía creer lo que estaba oyendo. ¿Qué se suponía que debía contestar a eso?

-Pues simplemente creo que el amor no se pretende. Simplemente surge y nada más. Honestamente, pienso que lo Rupert es lo mejor que me podía pasar nunca. -Dije.

Me puse melodramática, lo sé. Pero dejé de pensar en eso cuando Jade sonrío y me abrazó.

Vaya, sí que es cariñosa esta chica. Pensé.

-¿Por qué lo preguntabas?

-Ah, claro que aún no te lo han contado. -Dijo ella.

-¿Contarme qué? -Pregunté.

-Verás, últimamente nos gusta controlar a las chicas con las que Rupert sale, aunque no sale con muchas. El caso es que, su última novia era una... mala novia. Él estaba muy enamorado, pero ella solo le utilizó para conseguir fama, y luego le dejó tirado. Eso le destrozó. -Me contó Jade.

-Vaya, no tenía ni idea. -Dije con un tono triste.

-No tienes de qué preocuparte. Has pasado el test sin ningún problema. -Me dijo ella riéndose. -Menudos con los que nos hemos ido a juntar, ¿eh? -Añadió.

-¿Qué se le va a hacer? Uno no elige de quien se enamora. -Contesté.

Tras esta conversación empezamos nuestras compras.

Entramos en una tienda increíble. Todo era terriblemente caro, pero asombrosasmente precioso.
Estuvimos un buen rato probándonos vestidos en aquella tienda, y ninguno parecía adaptarse a la situación. Hasta que de pronto lo vi.

Un vestido entre negro y morado, el color iba cambiando de forma gradual. El pecho negro. Después un poco más morado, hacia la tripa, cuanto más bajaba más morado era. Tenía cuello de barco y bonitas mangas negras. Era largo  hasta las rodillas, en las que se ajustaba.

Cuando me lo probé, Jade quedó asombrada y me dijo que no hacía falta que buscáramos más. Había encontrado mi vestido.

-Ahora solo te faltan unos tacones bien altos. -Dijo.

Fuimos a la tienda de zapatos más cara que encontramos.

Gastar tanto dinero en ropa me parecía una absoluta barbarie. Sólo el vestido había costado 500 dólares.

En aquella tienda no perdimos mucho tiempo. Me compré unos bonitos tacones de plataforma, negros, atados al tobillo.

-Me ha dicho Tom que no teneís nada de ropa. Será mejor que te compres algo para salir del paso. -Dijo Jade cuando salíamos de la tienda.

Al salir no escontramos con los chicos que venían a buscarnos. Cada uno de nosotros llevaba una bolsa en la mano.

-Tenemos que comprar ropa, aunque para estar por casa. -Le dije a Rupert.

-¡Oh! Se me olvidaba. -Contestó.

Los cuatro juntos fuimos bajando la calle. Jade iba del brazo de Tom y Rupert y yo íbamos de la mano, y yo no dejaba de mirarle a los ojos.
Continuamos caminando y la gente nos miraba, de una forma, que nadie me había mirado nunca. Nos miraban como con ¿envidia? Jamás me había pasado esto.
Por fín llegamos, hasta una tienda en la que Rupert suele comprar las camisetas.

Entramos y los chicos comenzaron a coger camisetas y vaqueros a montones. Entraron a los probadores he iban haciéndonos a Jade y a mi un pase de modelos, con su especial sentido del humor, por supuesto.

Salían y entraban cada vez con un modelito diferente. Cada vez que salían ponían alguna posturita graciosa. Jade y yo estábamos llorando de la risa.
Estuvimos horas allí, viendo conjuntos.  Algunos eran vergonzosos, pero otros... ¡Uy los otros! Imposible de explicar con palabras, sólo podría explicarlo con ruidos. ¡Madre mía! Demasiado sexys.

Cuando se cansaron de hacer el tonto, salieron, cada uno con un montón de ropa en las manos y se sentaron en el banco frente a los probadores.

-Vuestro turno. -Dijeron.

-Ah, no. De eso nada. Que vosotros no tengaís vergüenza no significa que nosotras no la tengamos. -Dijo Jade.

Tras oír eso Tom saltó sobre ella y se puso a matarla a cosquillas. En cambio, Rupert fingió estar triste, a lo que me acerqué a él y le dije:

-No te preocupes, luego en casa hago una para ti solito.

Su cara cambió. No se lo podía creer. Yo tampoco. ¿Cómo podía haber dicho yo eso?

Nos empezamos a partir de risa, y yo me puse roja como un tomate. Su cara fue más o menos esta:



No hay comentarios:

Publicar un comentario